Castillo de la Alameda (Madrid): El único castillo medieval de Madrid capital

Con esto de las restricciones de la movilidad en Madrid con motivo del Covid-19, decidimos buscar lugares en Madrid capital, que no conocíamos, y así fue como en Octubre de 2020 visitamos el único castillo medieval de Madrid capital: el Castillo de la Alameda, situado en el barrio de Alameda de Osuna dentro del distrito de Barajas.

La entrada (gratuita) al castillo está ubicada en la calle Antonio Sancha, 1, y es fácil aparcar en dicha calle al lado del castillo. La visita es accesible perfectamente con carrito de bebé y es muy didáctica ya que hay bastantes paneles informativos de lo que se está viendo. Entre 2007 y 2010 se efectuó una importante reforma por parte del Ayuntamiento, ya que el lugar estaba muy descuidado y abandonado.

Es una muy buena idea combinar la visita al castillo con los muy cercanos Parque de El Capricho (el parque más bonito de Madrid, ojo que sólo abre Sábados, Domingos y Festivos) o el Parque Juan Carlos I.

Castillo de la Alameda

Con la llegada de la dinastía de los Trastámara al poder —con Enrique II en 1369—, dio comienzo un proceso político llamado la «señorialización». Los nobles (o señores) formaron «partidos» gracias a cuyo apoyo los reyes podían mantenerse en el poder frente a otros pretendientes. A cambio, los monarcas concedieron a sus nobles «partidarios» derechos jurídicos y económicos sobre territorios de la Corona. Así sucedió con las aldeas de en el alfoz (comarca) de Madrid.

Los beneficiarios en esta ocasión, como en otras, fueron los Mendoza. Era entonces costumbre, por razones defensivas y simbólicas, que el nuevo señor construyera una residencia fortificada a la cabeza de su señorío. Así sucedió en la Alameda. Lo más probable es que fuera Diego Hurtado de Mendoza —Almirante de Castilla y padre de Íñigo López, Marqués de Santillana— quien la mandara edificar entorno a 1400:

Castillo de la Alameda, Madrid

Otros castillos y señoríos de los Mendoza en la actual Comunidad de Madrid son los de Buitrago de Lozoya y Manzanares el Real.

Todos los muros del castillo están construidos (aparejados) con piedras irregulares (mampostería) de sílex trabadas con mortero de cal. El sílex es una roca cristalina con una alta proporción de sílice y es muy abundante en los alrededores de Madrid. Aparece en grandes nódulos (bloques redondeados) en los estratos calcáreos de la meseta:

Castillo de la Alameda, Madrid

Diego Hurtado de Mendoza, además de casarse dos veces, tuvo una amante: su prima Mencía de Ayala. Don Diego, a su muerte en 1404, dejó a doña Mencía el señorío de Barajas y la Alameda, enajenándolo del mayorazgo de los Mendoza (bienes y títulos que pasaban al hijo mayor). En 1406, doña Mencía se casó con Ruy Sánchez de Zapata, aportando como dote dicho señorío. Así la jurisdicción sobre estos territorios (y el castillo) pasaron a formar parte del patrimonio de los Zapata:

Castillo de la Alameda, Madrid

El personaje más notable de la familia Zapata fue Francisco Zapata de Cisneros. Alcanzó un puesto relevante en la corte de Felipe II, llegando, entre otros cargos, a presidente del Consejo de Castilla. Sus méritos hicieron que el rey le concediese en 1572 un título nobiliario, a partir de uno de sus señoríos: el de Conde de Barajas.

Castillo de la Alameda, Madrid

Alcanzada tan notable posición, el nuevo conde decidió reformar la recia residencia rural fortificada heredada de sus antepasados -era el sexto señor de Barajas y la Alameda- para convertirla en un palacete más confortable y elegante: amplió el espacio residencial, reformó el foso y rodeó todo el conjunto con un espléndido jardín con fuentes y albercas.

Las excavaciones han permitido descubrir que, bajo los escombros, se ocultaban los restos de un enorme foso que rodeaba al castillo y lo protegía. Su gran tamaño -hasta doce metros de anchura por seis de profundidad- contrasta con las pequeñas dimensiones del edificio. Las paredes («escarpas») formaban taludes inclinados «chapados» con piedra. El foso servía para potenciar la altura de los muros defensivos, así como para evitar que los atacantes pudieran escapar de los proyectiles de los defensores:

Castillo de la Alameda, Madrid

Durante la reforma de mediados del S. XVI, para comunicar cómodamente el interior del castillo con el jardín del foso, se abrió un pasadizo subterráneo abovedado por debajo de la liza y la barrera que terminaba en una puerta abierta en la escarpa (apreciable en la foto superior).

El foso se convierte en un exuberante jardín: pasa de ser un recurso defensivo a ser una fuente de placer para los sentidos, de acuerdo con la idea de lo que debía de ser un palacio rural renacentista:

Castillo de la Alameda, Madrid

Las excavaciones han revelado la existencia de «parterres» delimitados por alineaciones de ladrillos puestos de canto. Y de alcorques en los que crecían árboles y arbustos. Entre los parterres, discurrían las aceras por las que el señor del castillo y su corte podían pasear para disfrutar del jardín.

Durante el estudio arqueológico del castillo, se han recogido y analizado muestras de pólenes y semillas. Ahora sabemos que cerca del castillo había pinos y olivos y que en el jardín crecían cipreses, fresnos y nogales, y plantas ornamentales y aromáticas como las rosas, los lirios, las azucenas y los tulipanes. Y, en las fuentes y estanques, nenúfares y otras plantas acuáticas. Pero lo más interesante ha sido averiguar que el jardín era también un huerto, ya que se cultivaban en él coles, legumbres, zanahorias y otras hortalizas:

Castillo de la Alameda, Madrid

Para salvar el foso existía un puente. Se han conservado sus apoyos, los de su forma definitiva tras la reforma del S. XVI. Lo normal es que el puente original tuviera una parte maciza y otra hecha en madera: esta segunda parte podía ser rápidamente destruida en caso de ataque con el fin de aislar el castillo.

Con la ampliación del foso, el puente tuvo que ser modificado. Ya no hacía falta recurrir a soluciones defensivas, por lo que se rehizo colocando un arco, del que han aparecido alguros restos en el fondo del foso:

Castillo de la Alameda, Madrid

Los Zapata, siempre fieles a la Corona, «prestaron» su residencia de la Alameda para que fuera empleada por la justicia real como «cárcel» de varios personajes de la Corte caídos en desgracia. En 1580 estuvo preso en ella, tras unas desavenencias con el rey, don Fernando Alvarez de Toledo, III Duque de Alba, el famoso y temido gobernador de Flandes. En 1622, la misma suerte corrió Pedro Téllez de Girón, III Duque de Osuna y virrey de Nápoles, quien acabó muriendo en su prisión de la Alameda.

El aspecto del castillo debla de ser muy distinto cuando aún estaba en pie la parte del edificio más destacada: la torre del homenaje. Sólo se conserva la mitad de sus cimientos y el pavimento de ladrillos de la planta baja, pero podemos imaginar cómo era gracias a torres parecidas de la misma época que si se han conservado, como la de Pinto (Torre de Éboli).

La torre probablemente estaba dividida en tres o cuatro plantas, cada una con una estancia. Por razones defensivas, la entrada estaba en el primer piso, que era, a su vez, la planta principal (el salón del trono). La segunda planta la ocupaba la cámara privada del señor. La planta baja estaba dedicada a almacén y bodega. Los pisos se comunicaban gracias a una escalera de caracol encajada en el muro. La torre tenía también su propio pozo para, en caso de asedio, no depender del exterior:

La defensa que ofrecía el foso era reforzada por un muro situado entre él y el edificio: la barrera. Sobre el muro, un adarve almenado protegía a los defensores y, en su frente, se abrían varias troneras o «bocas de fuego». Además, en cada esquina se alzaba una torre de «flanqueo» desde la que poder disparar a los atacantes desde los lados o «flancos» en caso de que intentaran «escalar» la barrera.

Entre la barrera y el edificio principal, discurría un pasillo denominado «liza», cuya función era permitir una rápida circulación sin obstáculos de los defensores hacia cualquier punto del perímetro defensivo del castillo en caso de ataque. Además, en caso de que los atacantes consiguieran saltar el muro, quedarían atrapados en ese pasillo, donde podrían ser blanco fácil de los defensores refugiados en el último reducto.

En las fortificaciones medievales, por razones defensivas, la puerta de la barrera y la del recinto principal no solían estar en el mismo lado del edificio y desde luego que nunca en el mismo eje. El castillo de la Alameda no es una excepción: una vez franqueado el primer acceso, había que rodear la torre del homenaje para entrar en el patio. De este modo, una vez superado el obstáculo de la barrera y la primera puerta, los atacantes se exponían durante un largo trecho al fuego de los defensores, refugiados en la torre. Y también eso impedía el uso de arietes y otros aparatos de asalto:

Castillo de la Alameda, Madrid

Tras los recios muros defensivos del castillo se escondía la residencia del señor y su corte. Las estancias principales ocupaban la torre del homenaje, pero otras dependencias se distribuían -algunos salones, la cocina, la capilla y el cuarto para los guardias– en un edificio de dos plantas en torno al patio. Como el castillo era de pequeñas dimensiones, estas estancias sólo ocupaban dos de los cuatro lados. Por razones defensivas, sus puertas y ventanas se abrían al patio:

Castillo de la Alameda, Madrid

El castillo se abandona tras un incendio, aunque el castillo apenas debía de usarse ya, quedó definitivamente abandonado cuando, en 1695, un incendio destruyó el edificio. Como todas las ruinas con piedra abundante, se convirtió en cantera para las tapias y las casas vecinas.

El expolio de materiales se intensificó cuando, en 1785, con autorización del municipio, la Duquesa de Osuna extrajo buena parte de la piedra del castillo para edificar con ella su cercano palacete. El resultado fue la demolición de toda la esquina occidental, torre del homenaje incluida. Más tarde, la erosión hizo que los restos se fueran sepultando. Hacia 1970, durante la urbanización del barrio, unas máquinas excavadoras hicieron dos grandes zanjas para extraer tierra, una a cada lado del castillo, destruyendo parte de los restos sepultados del foso.

Nido de ametralladoras

La toma de Madrid se convirtió desde un primer momento en objetivo fundamental de las tropas nacionales. Tras un rápido avance por el oeste en noviembre de 1936, la ofensiva se detuvo a orillas del Manzanares. Por ese motivo, el general Franco decidió abrir un nuevo frente por el sudeste.

También con la idea de cortar el enlace con las carreteras de Barcelona y Valencia, por donde llegaban los suministros a Madrid. Los defensores asentaron varias divisiones en la zona. El general Miaja instaló su puesto de mando en el palacio del Capricho y construyó en los jardines un refugio subterráneo (búnker), aún conservado, y, alrededor, situó varios puntos de observación, como el castillo y el nido de ametralladoras.

Finalmente la ofensiva se desencadenó en febrero de 1937, más al sur, en la confluencia entre el Manzanares y el Jarama. Fue sangrienta. El rigor del invierno acentuó su dureza. Se estima que murieron más de 15.000 soldados. Tras un mes de combate, las tropas republicanas consiguieron rechazar a las nacionales. Madrid no cayó en poder del ejército de Franco hasta el 28 de marzo de 1939:

Castillo de la Alameda, Madrid

El «nido» (o casamata) esta semienterrado para ofrecer menos superficie a los impactos de los obuses y así proteger a los tiradores que, a través de su única abertura, en tiro rasante, dispararían una ametralladora de gran calibre.

Está orientado hacia el este, en una posición dominante sobre la ladera del arroyo de Rejas (como el castillo), por donde podría llegar un ataque enemigo.

Las excavaciones del «nido» han revelado que, tras la guerra, la casamata se reutilizó como vivienda,por increíble que nos pueda parecer. En el acceso, se instalaron una escalera y un pequeño almacén:

Panteón de los Fernán Núñez

El título de Condes de Barajas pasó a manos del Conde de Fernán-Núñez en 1785, primo de la condesa, al morir ésta sin descendencia. También pasaron la finca y el castillo, aunque éste ya estaba abandonado.

En 1898, la Duquesa de Fernán-Nuñez decidió edificar junto al castillo un panteón familiar, aún hoy propiedad de la familia, bien conservado y en uso. Se trata de una pequeña capilla de estilo neogótico, muy en boga a finales del S. XIX dentro de la corriente historicista. La duquesa encargó la capilla a un renombrado arquitecto madrileño, el Marqués de Cubas:

Castillo de la Alameda, Madrid
 

Publicado por

fmarquezarroyo

Nací en la genial cosecha de 1981. Soy el planificador de la pareja (quizás tenga que ver que soy Informático y algo cuadriculado). Me gusta llevar todo bien atado para evitar sorpresas. Soy bastante robótico cuando salgo de viaje: puedo dormir pocas horas, no sentir las inclemencias del tiempo o patear muchos kilómetros, con tal de no dejarme cosas sin ver. No me gusta repetir ciudades con tantos sitios por descubrir... Cuando no estoy pensando en viajes (vivo en un wanderlust contínuo), me gusta ir al gimnasio, leer (fantasía y ciencia ficción, sobre todo) y jugar a las cartas (mus, tute, poker ... no por nada me llaman Timbas).

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