En Noviembre de 2021, recorrimos la roceña Dehesa de Navalcarbón, una ruta cortita, ideal para hacer con niños, y muy didáctica, ya que permite recorrer numerosos elementos defensivos construidos durante la Guerra Civil:
Índice
Dehesa de Navalcarbón (Las Rozas)
4’5 KM | 1H | Muy Baja | 14M | Todas | Sí | Sí | Sí |
Para realizar esta ruta, dejamos el coche en el extenso parking que se encuentra al lado de la Ermita de la Virgen del Retamar. Fuimos un festivo por la tarde, y había muchísimo sitio. Se cruza un paso de peatones y ya se está en la dehesa.
La ruta no tiene dificultad ninguna, es muy llana y se puede alargar más o menos, pues hay numerosas sendas para dar la vuelta más o menos larga dependiendo de tus intereses. Es perfectamente transitable con carrito de bebé.
Ermita de la Virgen del Retamar
Bajo la advocación de Nuestra Señora de la Virgen del Retamar, patrona de Las Rozas, existe el culto a la virgen en esta fotogénica ermita situada al lado de la Dehesa de Navalcarbón:
Ruta de los Fortines de la Guerra Civil
Durante la fase final de la ofensiva de la carretera de La Coruña, también conocida como «la batalla de la niebla«, el sector de Las Rozas fue escenario de intensos combates, siendo ocupado el pueblo por las tropas nacionales el día 4 de enero de 1937. Tras los combates esta zona entró en una fase de estabilización, sin que el frente sufriera ya variaciones de importancia hasta el final de la contienda, a pesar de estar prácticamente en primera línea de fuego,
La estabilización del frente permitió iniciar un amplio proceso de fortificación que resultó especialmente intenso en los últimos meses de la contienda, periodo al que pertenecen la mayor parte de las fortificaciones que se conservan en el término municipal de Las Rozas. Las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón fueron construidas entre mediados del año 1938 y principios de 1939 por el Batallón de Zapadores del II Cuerpo de Ejército y le 1° Compañía del Batallón de Obras y Fortificaciones n° 55, con la colaboración de las guarniciones desplegadas en el sector. Estas estructuras defensivas formaban parte de la Línea de Detención de la 8° División del Segundo Cuerpo del Ejército Popular de la República. Esta línea constituía un segundo escalón defensivo que se extendía entre la orilla derecha del Manzanares y la orilla izquierda del río Guadarrama.
El aspecto que tenía la Dehesa de Navalcarbón durante la guerra era muy diferente al que ofrece hoy en día. El arbolado era más escaso, ya que los pinos que existen actualmente provienen, en su mayor parte, de repoblaciones realizadas en los años 40 del siglo pasado.
En la parte norte de la dehesa, bastante próximos entre sí, se pueden apreciar bastantes restos de las fortificaciones defensivas que se construyeron:
Fortín de Mampostería (#1)
La función de los nidos de ametralladora era la de proteger a los soldados que manejaban el arma. Se generalizó un modelo cuyas características básicas eran: planta cuadrada o rectangular, frontal semicircular, muros de mampostería de 1 m. de espesor y una cubierta, consistente en una gran losa de hormigón en masa reforzada con la grava de las vías del ferrocarril. Toda la estructura estaba cubierta por una espesa capa de tierra, que aparte de ofrecer una protección adicional contra las balas y metralla, permitía mimetizarse con el entorno:
Fortín de Mampostería (#2)
Las ametralladoras constituían el elemento básico en la organización defensiva de las posiciones de la Guerra Civil. La ubicación de los nidos era cuidadosamente estudiada para que las ametralladoras cruzasen y complementaran su tiro, creando densas barreras de fuego que debían resultar insalvables para la infantería atacante. Aunque podían disparar a distancias superiores a los 2.000 m., el mayor efecto de estas armas se lograba sobre objetivos situados entre 400 y 600 m, con tiro rasante y de flanqueo, es decir, disparando al enemigo de forma lateral o perpendicular a su avance.
Las ametralladoras eran armas automáticas pesadas de delicado manejo. Debido e su peso y al fuerte retroceso que tenían se instalaban sobre un trípode o afuste que, además, posibilitaba que el arma girase sobre su propio eje para disparar en diferentes direcciones. Normalmente, las ametralladoras eran manejadas por dos soldados: el sirviente, que efectuaba el tiro y el asistente, que se encargaba de alimentar la máquina con cintas de hasta 250 cartuchos:
Observatorio Blindado (#3)
Los observatorios se situaban a lo largo de toda la línea del frente en lugares disimulados y con buena visibilidad. Normalmente eran atendidos por dos soldados, personal especializado que se relevaba en las labores de observación cada 15 o 20 minutos para no perder la concentración.
Los aparatos y dispositivos que se utilizaban para la observación eran los binoculares, los telémetros, con los que se podía calcular distancias, y los prismáticos de trinchera. Desde los observatorios se realizaban labores de reconocimiento y vigilancia del frente enemigo y se marcaban los objetivos a la artillería, prestando atención a todos los detalles que pudieran servir para determinar las intenciones del adversario:
Puesto de Mando (#4)
Era el lugar en el que se encontraba el jefe responsable de la posición. Desde aquí se recibían y transmitían órdenes, se elaboraban partes e informes y se comunicaba con los diferentes escalones de mando, generalmente, por medio de la telefonía por cable:
Puesto Fusil Ametrallador (#5)
Los fusiles ametralladores eran armas automáticas ligeras que se empleaban para completar el plan de fuego de las posiciones. Al ser un arma individual y de menores dimensiones que las ametralladoras. los asentamientos eran más pequeños. ya que sólo tenían que dar protección a un soldado. La capacidad de fuego de los fusiles ametralladores era mucho más reducida que la de las ametralladoras, pues empleaban cargadores de unas docenas de cartuchos:
Fortín de Hormigón Armado (#6)
Todas las fortificaciones que se conservan en la dehesa estaban comunicadas por trincheras que permitían a los soldados desplazarse de forma segura:
Consistían en zanjas excavadas en el terreno, normalmente de 1’80 m. de profundidad y ancho variable. Por encima de la trinchera se colocaba el parapeto, construido con la propia tierra extraída de la excavación y reforzado con sacos terreros. Los tramos largos se solían construir en zig-zag para minimizar los efectos de los proyectiles que pudieran estallar dentro de la trinchera:
Las trincheras podían verse muy afectadas por las lluvias, que las convertían en incómodos e insalubres lodazales, que dificultaban el tránsito por ellas:
Puesto Fusil Ametrallador (#8)
Las trincheras de combate solían tener 1’80 m de profundidad y entre 0’60 y 0’80 m de anchura. Disponían de puestos de tirador situados a intervalos variables. Cada uno de estos puestos contaba con una banqueta de tiro, consistente en un escalón, muchas veces realizado en la propia excavación de la trinchera, en la que se subía el soldado para poder hacer fuego por encima del talud.
Para proteger al tirador, la trinchera se reforzaba con parapetos, formados con la tierra extraída, piedras y sacos terreros. El parapeto que deba al frente, era el más grande y en él se abrían pequeñas aberturas para sacar el cañón de los fusiles. En el lado contrario, había otro parapeto, algo más pequeño, llamado espaldón, que protegía de los tiros de revés y de los fragmentos de metralla que pudieran producir los proyectiles que estallasen por detrás de la trinchera:
Puesto Fusil Ametrallador (#9)
Además de las trincheras, las posiciones contaban con diversos refugios subterráneos, depósitos de material, polvorines, abrigos y chabolas para alojar a la tropa.
Unas decenas de metros por delante de las trincheras y los fortines para armas automáticas, existían campos de alambradas, formados por varias filas de piquetes de 1 m. de altura que sujetaban una espesa red de alambres de espino, con el que se pretendía obstaculizar un posible avance del enemigo:
La dehesa está formada por un bosque constituido principalmente por encinas, pinos y alcornoques. Tiene una superficie de unas 120 ha y desde el S. XVIII ya era conocida como Dehesa Vieja. El nombre de Navalcarbón le viene debido a unas carboneras que existían aquí antiguamente:
Campanas de Cromlech
Cinco grandes piedras de granito, cuatro de ellas coronadas por cuencos de hierro, que recogen el agua de lluvia, emergen de la tierra perfectamente integradas en un entorno de pinos y encinas. Basta con golpear los vasos para obtener diferentes sonidos que se difunden por el entorno durante unos segundos:
Canal de Navalcarbón
En el S. XVIII, se comenzaron las obras del canal del Guadarrama, con la intención de unir el río Manzanares y el Guadarrama, y crear un canal de transporte fluvial, hacia el río Tajo. Pero la presa superior (Presa del Gasco), se agrietó y el proyecto se abandonó. Aprovechando el antiguo cauce del canal, se creó un río artificial, que atraviesa la dehesa:
En la dehesa hay también zonas de juegos infantiles y mesas de picnic, principalmente en la zona que da al Recinto Ferial.
En definitiva, un bonito paseo que aúna naturaleza y parte de nuestra historia reciente, para aquellas mañanas o tardes en Madrid que no sabes bien qué hacer.