La primera vez que salimos de Europa fue a principios del verano de 2009. Tan sólo habíamos estado en Lisboa, Milán, París y Praga, por lo que teníamos muy poquito bagaje viajero a nuestras espaldas.
El sitio elegido para pasar unos días fue Estambul, de la que la gente hablaba maravillas y en la que decidimos pasar una semana entera.
Una ciudad con una larguísima historia por donde han dejado sus huellas distintas civilizaciones. Nexo de unión entre Europa y Asia a través del Estrecho del Bósforo, la ciudad queda dividida en una zona europea y otra asiática. Una ciudad llena de bazares, gente hospitalaria y prodigiosas mezquitas cuyos minaretes parecen lápices que pinchan el cielo.
Palacio Real, aunque antes de llegar nos encontramos con una de las curiosas estatuas llena de ofrendas que se pueden encontrar en algunas glorietas en cualquier punto de la isla: